viernes, 16 de noviembre de 2012

Pequeños estados de felicidad

A cachitos...

 Unos amigos que han tenido que emigrar me decían hace unos días que la clave para superar esta situación que vivian estaba en aprender a disfrutar de los pequeños detalles. La reflexión me paració tan acertada que decidí aplicármela a mi misma y hoy os traigo algunas pequeñas cosas que a mi me hacen feliz para trasmitiros esa felicidad. 

Es muy cierto que al final del día, éste se ha compuesto de pequeñas cosas que han ido sucediendo una detrás de la otra, y son esas cosas las que muchas veces no aprendemos a valorar porque las consideramos tan pequeñitas que no les damos importancia, pero la tienen, tanto, que al final, tu semana, tu mes, tu año, tu vida, no será más que la suma de todas estas cosas a las que somos nosotros mismos los que le otorgamos la dimensión que queremos. 

Un ejemplo de ello es para mi que me valoren una idea. Es decir, se me ocurre algo y lo propongo, en cualquier ámbito, por ejemplo el laboral, y simplemente el hecho de que un compañero te diga...¡Que buena idea! ya es para mi un cachito de felicidad. 

Otra cosa que nunca me había planteado y que he descubierto es la felicidad que siento muchas veces cuando estoy en un atasco, si, porque gracias a estar más tiempo en el coche, a veces una canción me trae un bonito recuerdo o me arranca una sonrisa, y ese cachito de felicidad ya me hace valorar lo positivo del atasco. 

Y que me decís de que un ser querido os diga que se siento orgulloso de vosotros, o que os dé un abrazo! esos gestos de cariño que a veces pueden formar parte de nuestra rutina son los que nos pueden dar la alegría y la fuerza para acabar bien el día. 

Pero además de todo esto, creo que la felicidad está en mirar a mis pececitos y verlos comer, sentarme en casa tranquila por la noche con una mantita en el sofá y disfrutar de una buena infusión calentita y buena compañía. ¿Y que me decís de dar los buenos días? Nos os agrada cuando muy temprano por la mañana alguien os sonríe y os dice con energía ¡Buenos días! no os arranca una sonrisa? Pues a mi sí. 

Otro cachito de felicidad está en recibir algun mensaje de alguien que te dice alguna tontería, simplemente por el hecho de que ha pensado en tí....O una buena comida, estar en la oficina trabajando y que el solito te dé en la cara, sentirte bien con la ropa que has elegido esta mañana...

Como veis, son muchos los pequeños cachitos de felicidad que estoy aprendiendo a encontrar, y lo mejor de todo esto es que todos esos cachitos forman algo más grande que me hace conseguir un estado de felicidad en mi día a día y que pienso que merece la pena conservar y ser consciente de que lo tienes. 

¿por qué no lo pruebas tú?

1 comentario:

  1. Marta, qué bonito...!

    La verdadera sabiduría es reconocernos felices cuando lo somos, porque si no nada tendría sentido. Cada noche al acostarnos hay que alegrarse por sabernos felices. Por nuestras familias, por nuestra salud y el bienestar de los que queremos, porque tenemos casa, trabajo y comida suficiente para no pasarlo mal... como dices, cada pequeño detalle cuenta, esa es mi filosofía y me alegra saber que la comparto con alguien a quien ya consideraba sabia! :D.

    Hace mucho tiempo, leí un cuento en un libro de Jorge Bucay, no soy muy dada a los libros de autoayuda pero si a los de cuentos... me encantan, y encontré entre ellos esta pequeña joya que seguro conoces. Yo desde entonces llevo colgado al cuello un pequeño cuaderno imaginario.

    Un beso Enorme, te quiero mucho y eso me hace ser FELIZ!



    Cuentan que un caminante llegó a un cementerio en las afueras de un pueblo. La puerta de bronce del cementerio estaba abierta, así que decidió entrar y dar una vuelta para conocerlo. El sitio era hermoso, lleno de flores y jardines bien cuidados.

    Cuando se acercó a la primera tumba, la lápida tenía grabado el siguiente mensaje:

    "Abdul Tareg vivió ocho años, seis meses, cinco semanas y tres días".

    El caminante se entristeció, pues pensó en la tragedia que la familia tuvo que haber pasado al perder un niño tan pequeño. Luego se acercó a la siguiente tumba y leyó:

    "Yamir Kalib vivió cinco años, ocho meses, tres semanas y un día". Pensó:

    "¿Otro niño?". No podía comprenderlo. Seguidamente dio una mirada rápida a todo el cementerio y descubrió que todas las tumbas tenían grabadas edades que no pasaban de los 12 años. Estaba golpeado emocionalmente.

    ¿Qué tipo de desastre tenía que haber pasado en este pueblo para que murieran tantos niños? El guardián del cementerio, acostumbrado a las reacciones de los forasteros ante las tumbas, se le acercó y le explicó:

    "En nuestro pueblo tenemos una costumbre: a los 15 años todo joven recibe de sus padres una libreta para apuntar todos los momentos en que realmente fue feliz. Al morir, se suman los momentos de la libreta en que la persona fue feliz y se inscriben en la lápida. Aquí creemos que el verdadero tiempo vivido es el tiempo en que fuimos felices".

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