miércoles, 12 de junio de 2019

10 Mississippis

Vivimos en una sociedad donde hacerse el duro parece la mejor opción. No demostrar los sentimientos es sinónimo de fortaleza y pensar que podemos ir caminando hacia un lugar mejor para nosotros mismos cargando con piedras que no nos pertenecen significa convertirse en los más fuertes de la cadena social.  Sin embargo, cuando paras, cuando tú cuerpo te obliga a sentarte, soltar esas megalíticas piedras y mirar hacia los lados, nos damos cuenta de la importancia de un abrazo, de lo necesario que puede llegar a ser y de la necesidad que tenemos de que nos lo den determinadas personas. 
Mi padre es la persona más íntegra, sincera, serena, consecuente y leal que jamás he conocido, pero no da abrazos, o más bien no los daba hasta que descubrió que un abrazo suyo a mí me saca una sonrisa, me devuelve la alegría y me resetea en mis peores momentos. Desde que descubrió esos sentimientos, abandonó la creencia de que es más fuerte el que menos abraza, y ahora me abraza a todas horas porque se ha dado cuenta de que los dos somos más felices, aunque por ahora solo lleguemos a los diez Mississippis. 

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